viernes, 25 de mayo de 2018

PASOS HACIA LA II GUERRA MUNDIAL (III): ALEMANIA ABANDONA LA SDN, SE ANEXIONA EL SARRE Y REMILITARIZA RENANIA

Una de las primeras medidas que tomó Hitler tras su subida al poder fue el abandono de la Sociedad de Naciones, era su manera de mostrar en la práctica su rechazo al orden internacional de Versalles. Rechazo que había dejado bien claro en los inicios del  nazismo, en los 25 Puntos del DAP y en Mein Kampf.

El Tratado de Versalles disponía que la SDN controlaría del Sarre durante 15 años, en los que Francia tendría derecho a explotar sus minas de carbón como parte de las reparaciones que Alemania debía pagar a Francia. En 1935 debía organizarse un plebiscito en el Sarre para que el pueblo manifestase si quería seguir estando bajo control internacional o pasar a pertenecer a Alemania. En el plebiscito, que se celebró el 13 de enero de 1935, el 90,7 % de los habitantes mostraron su deseo de integrase en Alemania. Fue un rotundo éxito para la política de Hitler que declaró anexionado el Sarre.
Cola para votar en el plebiscito del Sarre. 
 http://www.elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=35&t=22677


Desde marzo de 1935, dos meses después del éxito del Sarre, comenzó el programa acelerado alemán de rearme. Goering declaraba a un periódico inglés que se iba a poner en funcionamiento una aviación de guerra (10 de marzo de 1935). Ese mismo día, Hitler, en un discurso, anunciaba el servicio militar obligatorio y la creación de un ejército de 36 divisiones. Ni Francia ni Gran Bretaña hicieron nada para evitar esta violación del Tratado de Versalles sobre los límites impuestos al volumen del ejército alemán y la prohibición de disponer de una aviación militar.


Italia, Francia y Gran Bretaña intentaron, en la Conferencia de Stressa (abril, 1935). reafirmaron la necesidad de mantener el espíritu de Locarno,  manifestaron su oposición al hecho de que alemania se hubiese saltado las cláusulas militares del Tratado de Versalles y también al expansionismo alemán (pensando en primer lugar en Austria).

https://hmcontemporaneo.wordpress.com/2011/07/29/resultados-de-la-conferencia-de-stressa-1935/

La respuesta de Hitler fue poner fin a la desmilitarización de Renania (territorio de la zona oeste del Rin). El 7 de marzo de 1936, unos 30.000 soldados alemanes entraron en Renania. De esta manera, desaparecía la barrera que se había creado en Versalles con un objetivo doble: dar tiempo a Francia para organizar su defensa en caso de agresión y tener ciertas facilidades en caso de que tuviera que atacar a Alemania.

 

Hitler tomó una decisión un tanto temeraria ya que si las potencias decidían responder con las armas Alemania no estaba preparada para la lucha. El Estado Mayor le pedía paciencia. Hoy sabemos que Alemania no hubiera podido resistir una acción militar francesa y que incluso tenía previsto retirarse ante tal eventualidad. Pero, Hitler estaba convencido de que las potencias no intervendrían, iba a tener razón:

  • El  gobierno francés, presidido por el radical A. Sarrault, se limitó a una protesta diplomática, estaba pendiente de unas próximas elecciones generales y sufriendo los efectos de la crisis económica. Además, la opinión pública estaba por la paz. Esta debilidad francesa ocasionó que se debilitasen sus alianzas con los países del este.
  • Gran Bretaña no supo ver la importancia del acto alemán y se limitó a una condena conjunta con Francia, Italia y Bélgica, pero no ofreció apoyo directo a Francia
  • En Italia, Mussolini, tras el desenlace de su guerra contra Abisinia, no se planteó la posibilidad de que se sancionase a Alemania. Algunos autores sostienen que si se hubiera mantenido el frente de Stressa, tal vez se pudiera haber frenado a Alemania. La debilidad de las potencias democrá-ticas convenció a Mussolini de la inutilidad de resistirse a Hitler.
Tras la desmilitarización de Renania, Hitler consolidó su prestigio sobre el ejército y pudo construir la línea Sigfrido. Señala Renouvin que hay un antes y un después de que esta militarización quedase sin respuesta.

miércoles, 23 de mayo de 2018

RESEÑA DE "MUJERES CON PODER EN LA HISTORIA DE ESPAÑA"



MÁRQUEZ DE LA PLATA, V.: “Mujeres con poder en la historia de España”. Edit. Nowtilus. Colección Historia Incógnita. Madrid, 2018

La escritora e historiadora Vicenta Márquez de la Plata presenta en este ensayo la biografía de diez mujeres que tuvieron gran influencia política en un mundo dominado claramente por hombres. Diez mujeres que vivieron en un amplio abanico de tiempo, desde el siglo X a comienzos del XVIII. Obviamente, no fueron las únicas, otras muchas pudieran haber sido incluidas en una relación de estas características. Las protagonistas de esta obra fueron reinas, virreinas, tutoras de la minoría de edad de sus hijos, gobernadoras o una especie de  validas que ejercieron su papel con un alto sentido de Estado y con una determinación y una prudencia ejemplares en unos tiempos casi siempre muy difíciles llenos de disputas nobiliarias, luchas por el control del poder, enfrentamientos entre los distintos reinos peninsulares… Además, con la dificultad añadida de ser mujeres. Su labor, muchas veces, ha quedado para la historia en un segundo plano en la sombra de los reyes de turno, un buen ejemplo lo ofrece María de Molina cuya labor siempre se enmarca en el reinado de Alfonso V. En sacar a la luz su labor y colocarlas en el lugar histórico que les corresponde reside uno de los grandes méritos de este ensayo. Estas mujeres demostraron que, como diría Marie Deraismes en el s. XIX, “la inferioridad de las mujeres no es un hecho de la naturaleza, es un invento humano, es decir, una ficción social”.


El primer bloque de la obra está destinado a tres validas. La primera, Leonor López de Córdoba era hija de un miembro de la alta nobleza servidor de Pedro I de Castilla, que tras el asesinato de éste (1369), fue ejecutado y su familia encarcelada. La suerte cambió para Leonor varios años más tarde cuando, ya liberada, el rey Enrique III  casó con Catalina de Lancaster, una nieta de Pedro I. Leonor fue llamada a la corte y nombrada camarera mayor de la Reina. Se convirtió en una de las personas de confianza de la Reina e influyó en sus decisiones cuando ejerció la regencia (con Fernando de Antequera) durante la minoría de edad de su hijo (Juan II). En 1412 perdió la confianza de la Reina y pasó el resto de sus días en Córdoba con prohibición expresa de regresar a la Corte. Se puede considerar la primera valida de nuestra historia.


La siguiente biografía es la de María Coronel Arana, más conocida como la “monja de Ágreda”, una mística visionaria con fama de santa. No fue una auténtica valida ya que carecía de apetencias de poder, pero ejerció gran influencia en Felipe IV a través de una nutrida correspondencia de más de 600 cartas que se inició en 1634 y duró 22 años hasta prácticamente la muerte de ambos (en el texto se intercalan varios fragmentos de estas cartas). Para Felipe IV fue una consejera espiritual y política, la consultó las más importantes decisiones políticas de su agitado reinado. La religiosa ofreció consuelo al Rey tras la muerte de su esposa Isabel de Borbón y de su hijo Baltasar Carlos (llegó a afirmar que se le aparecían los espíritus de ambos). Sus experiencias místicas y un tanto visionarias la granjearon gran fama y también atrajeron la atención de la Inquisición que acabó incluyendo en el Índice de Libros Prohibidos su obra escribió “La mística ciudad de Dios”.


La última biografía de las validas es la de una de las personas con más influencia en la política española en los primeros años del s. XVIII, Anne Marie de la Trémouille, conocida en España como Princesa de los Ursinos. Constaba con la amistad de Luis XIV con quien intercambiaba correspondencia. Apoyó la causa francesa en la Guerra de Sucesión española. Luis XIV la encargó viajar a España con el joven rey (Felipe V) para que velase por sus intereses en Madrid, fue nombrada camarera mayor de la reina Mª Gabriela de Saboya. En algún momento fue destituida de su puesto que recuperó por la insistencia de la Reina. Tuvo un papel muy activo en la Guerra de Sucesión, influyó en no pocas decisiones de los reyes, desempeñó cargos de muy alta responsabilidad en algunos momentos e intrigó en muchas ocasiones. La muerte de Mª Gabriela de Saboya cambió su suerte, a pesar de apoyar la candidatura de Isabel de Farnesio como nueva esposa del Rey (creyendo que la iba a poder manejar fácilmente) en la primera entrevista entre ambas, Isabel de Farnesio, una mujer de fuerte carácter,  la expulsó de España  con la prohibición expresa de que no volviera jamás.

La reina Toda. Ilustración en la obra
 La sección de reinas, con cuatro biografías, comienza con la de Toda Aznárez, la primera gran reina navarra de la dinastía Jimena casada con Sancho Garcés I (905-925). De este matrimonio tuvo un hijo varón y varias hijas que utilizó para desarrollar una auténtica política matrimonial con el objetivo de asentar la dinastía Jimena en el trono, engrandecer el Reino de Pamplona y establecer alianzas. Las casó con reyes de León, condes de Álava y Castilla y la familia condal de Ribagorza. Cuando murió su marido dejando un hijo menor de edad (García Sánchez I), la reina Toda logró hacerse con el control de la regencia del joven heredero hasta su mayoría de edad. Siguiendo con su política matrimonial casó a su hijo con una hija del conde de Aragón y, cuando se separó de ella con a la infanta Teresa de León. Negoció con habilidad con las tropas musulmanas que llegaron hasta Pamplona en el 934 (firmó un pacto de no agresión con Abdarraman III), intervino activamente en el conflicto entre Fernán González y Ramiro II de León, apoyó la candidatura de su nieto Sancho I el Craso al trono de León… Como podemos ver, una hábil e inteligente gobernadora, gran protagonista de muchos de muchos acontecimientos de las primeras seis décadas del s. X.


La segunda reina de la que se ocupa este ensayo es Urraca de Castilla que llevó una vida agitada, novelesca donde las haya. Alfonso VI, sin heredero varón, a las puertas de la muerte (1109), hizo reconocer como legítima heredera a su hija Urraca que era viuda de Raimundo de Borgoña. Urraca acabó casándose con Alfonso I de Aragón y Navarra, lo hizo únicamente para cumplir con los deseos de su padre ya muerto. Fue un matrimonio muy accidentado con fuertes discusiones (incluso públicamente), maltratos físicos (Alfonso incluso llegó a encerrar a su esposa), muchas separaciones y reconciliaciones. El papa se opuso a este matrimonio pretextando que eran primos segundos y  acabó declarándolo nulo. Urraca recuperó el control de su reino, pero no el sosiego. Un episodio no menor fue su enfrentamiento con los burgueses de Santiago (en un momento del mismo la reina Urraca sufrió fuertes humillaciones y salvó la vida de milagro) y con el obispo Gelmírez. Después de un reinado turbulento, traspasó el poder a su hijo tenido con Raimundo de Borgoña que reinó con el nombre de Alfonso VII el Emperador.

Berenguela de Castilla
Berenguela, hija de Alfonso VIII, es la siguiente reina de la que se ocupa la obra. Tras un matrimonio acordado que no llegó a celebrarse, contrajo matrimonio con Alfonso IX de León que había estado casado con su prima hermana Teresa de Portugal con la que había tenido tres hijos, un matrimonio disuelto por la Iglesia. El matrimonio de Berenguela y Alfonso, tras haber tenido cinco hijos (entre ellos el futuro Fernando III el Santo), también fue disuelto por el papa. Al morir Alfonso VIII, Berenguela quedó como tutora del heredero, su hermano Enrique. Tuvo que enfrentarse a los Lara que aspiraban a la tutela del infante, para evitar una división del reino traspasó la tutoría de Enrique a D. Álvaro de Lara. Enrique murió de la herida producida por la caída de una teja, así que Berenguela quedó como reina de Castilla. Ahora el conflicto surgió con Alfonso IX de León que reclamaba el trono de Castilla con el apoyo de los Lara. Berenguela, con habilidad, consiguió que el papa diera por bueno su matrimonio con Alfonso y así asegurar los derechos al trono de Castilla para su hijo Fernando (III) al que también ayudó para coronarse rey de León en 1230 negociando con las hijas de Teresa de Portugal su renuncia al trono.


Por último, en el apartado de reinas, María de Molina, la mujer que reinó tres veces. María de Molina se casó con Sancho (IV), hijo de Alfonso X, antes de que éste se enfrentase a su padre. El papa Martín V declaró nulo el matrimonio debido a su consanguinidad, Sancho (IV) no acató nunca este breve pontificio y no se separó de su esposa lo que iba a afectar a la legitimidad de su hijo Fernando. Sancho IV murió dejando como heredero a su hijo Fernando IV con dudas sobre su legitimidad debido a la anulación papal del matrimonio de sus padres y amenazado por las reclamaciones del infante Juan, los hijos de Fernando de la Cerda y Enrique hijo de Fernando III el Santo que contaron con fuertes apoyos de notables linajes nobiliarios y de otros estados como Francia o Aragón. En estas difíciles condiciones, María de Molina ejerció la tutoría del rey menor de edad apoyándose en las ciudades. Puso todo su empeño, gastando grandes sumas de dinero, en conseguir que el papa reconociese la legalidad de su matrimonio y así los derechos dinásticos de su hijo Fernando (IV). Ahí no acabó el papel de María de Molina ya que Fernando IV murió dejando un hijo de un año: Alfonso XI. María de Molina tuvo que tomar de nuevo las riendas del reino para defender la corona de su nieto. María de Molina, una mujer que ejerció el poder tres veces siendo un modelo de inteligencia, prudencia y mesura.


Dos biografías de gobernadoras. En primer lugar Margarita de Parma, hija bastarda de Carlos I. En 1559, Felipe II la nombró gobernadora general de los Países Bajos asesorada por un Consejo cuyo máximo representante era el cardenal Granvela. El primer problema que tuvo que afrontar fue la oposición de la nobleza local al cardenal Granvela. Margarita maniobró hábilmente, buscó la colaboración de los más moderados y obtuvo del Rey la dimisión de Granvela. Pero el problema más importante fue el enfrentamiento religioso, para abordarlo Margarita se encontró desasistida por Felipe II que era partidario de una postura totalmente intransigente en materia religiosa frente a su postura más negociadora. La situación en Flandes era cada vez más desesperada: rebeliones, disturbios, tumultos… el Rey ordenó la intervención del Duque de Alba sin ni siquiera consultarlo con Margarita de Parma que, ante esta tesitura presentó su renuncia y se retiró la vida política.

Isabel Clara Eugenia por Sánchez Coello

La otra gobernadora es Isabel Clara Eugenia, la hija predilecta de Felipe II (“la niña de sus ojos” como él mismo confesó en más de una ocasión). Desde una edad temprana (14 años) se convirtió en una figura fundamental de la corte, consejera y colaboradora del rey que apreciaba mucho su alto sentido de la responsabilidad. Tras la traición de A. Pérez, el Rey solo confiaba plenamente en ella. Felipe quería para ella una corona, pensó casarla con el rey Sebastián de Portugal, sentarla en el trono de Inglaterra y, más seriamente, hacerla reina de Francia en el contexto de las Guerras de Religión. Ninguno de estos planes cuajó, al fin casó con el archiduque Alberto. En 1598, Felipe II le entregó el gobierno de los Países Bajos como un territorio aún dependiente de España. Esta dependencia no gusto, así que siguieron los enfrentamientos con diversas alternativas. Isabel Clara Eugenia y su marido comenzaron a negociar una tregua que se firmó en 1609 por 12 años. Fueron estos años de la tregua para los Países Bajos de gran prosperidad económica y de gran florecimiento cultural y artístico. Al expirar la tregua, tanto España como Holanda eligieron el camino de la guerra en el contexto de la Guerra de los Treinta Años. Isabel Clara Eugenia, ya viuda, renunció a la soberanía sobre los Países Bajos que volvieron a la corona española y quedó como gobernadora.


Cierra el ensayo un capítulo dedicado a una virreina, Doña María de Castilla casada con su primo Alfonso V de Aragón. Gobernó durante más de 30 años en la Corona de Aragón como lugarteniente de su esposo que prefirió residir en su corte de Nápoles. A pesar de su delicada salud (de la que ella misma se quejó muchas veces) gobernó con acierto en una época muy agitada, supo mediar en el conflicto entre los infantes de Castilla y Aragón, convenció a su esposo para que aboliese los malos usos que tanto oprimían a los payeses, evitó en enfrentamiento con Castilla… A pesar de su matrimonio de conveniencia, fue siempre fiel  a su esposo incluso sabiendo sus varias aventuras amorosas. La relación a distancia de los esposos fue cordial como lo demuestran las muchas cartas que intercambiaron. A pesar de ello, en 1457, Alfonso llegó a pedir el divorcio que no le concedió Calixto III. María fue una virreina eficiente, modesta en el vestir que huía de las fiestas bulliciosas, aficionada a los libros y la música, piadosa, y caritativa. 


La obra en la Web de la editorial:


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